En el 2008 vivimos una profunda crisis económica de la que aún, las personas jóvenes, notamos las consecuencias. En aquel momento muchas personas jóvenes vieron como los esfuerzos que habían invertido en sus estudios no se verían recompensados con un trabajo acorde a su cualificación, bien remunerado y que les permitiera crecer económicamente y desarrollar un propio proyecto vital.
De hecho, para las personas sin estudios post obligatorios, la crisis fue peor, con cifras más alarmantes de desempleo y escasas opciones para iniciar un proyecto de vida autónomo. El abandono escolar, por su parte, sigue presente en la vida de muchas personas jóvenes que se alejan de un sistema en el que no se ven plenamente representadas.
Ahora vivimos una nueva crisis, esta vez sanitaria, social y, en breve, económica, en la que como sociedad no podemos permitirnos actuar igual que la última vez. La juventud comenzó 2020 siendo precaria, pobre y dependiente. Durante la pandemia ha sido el colectivo que más ha visto crecer su tasa de paro, que más ha necesitado acogerse a ERTE.
El ámbito laboral no ha sido el único en el que se han podido sentir las consecuencias del confinamiento y de la pandemia. La brecha digital y los sistemas de evaluación y docencia a distancia, prácticas canceladas, las medidas y retrasos en la EvAU, secuelas físicas y emocionales causadas por el confinamiento, dificultades para mantenerse emancipados y endeudamiento por el pago de la vivienda, los suministros, etc.
La pandemia ha tenido consecuencias graves, pero en los próximos meses y años serán incluso peores. Los actuales niveles de temporalidad en el empleo joven y personas acogidas a ERTEs que no volverán a sus puestos de trabajo auguran que la nueva crisis será incluso peor que la anterior.
Al inicio de la pandemia, y durante la misma, las personas jóvenes hemos mostrado un alto compromiso con la sociedad, desarrollando labores de voluntariado, de ocio y/o servicios entre otros, para personas que se encontraban dentro del denominado grupo de riesgo para el COVID19. Ese compromiso perdura hoy. Ante un escenario en el que sistemáticamente se ha hecho referencia a las personas jóvenes como personas «sin riesgo», es imprescindible poner el foco en todas aquellas personas jóvenes que se preocupan y protegen para que esa crisis sanitaria finalice y/o se controle lo antes posible a la par que se da continuidad a la labor de concienciación al conjunto de la sociedad.
Es el momento de actuar y apostar por el colectivo que es uno de los pilares principales, presentes y futuros, de la sociedad.
Las personas jóvenes instamos a los poderes públicos a asegurar el sistema de juventud basado en los siguientes elementos:
- Asegurar unas condiciones socioeconómicas dignas, basadas en un empleo de calidad, donde la temporalidad y la parcialidad sean una elección y no una obligación para la juventud. Necesitamos revertir la tendencia que hace que la mayoría de nuestros empleos se encuentren en los sectores de la hostelería y el comercio, donde predominan los contratos por obra y servicio, eliminar la figura de las prácticas extracurriculares y apostar por contratos formativos y en prácticas en su lugar. Facilitar la transición a una vida independiente, favoreciendo la emancipación juvenil, que ahora se sitúa de media en los 29 años, para así facilitar el proyecto de vida autónomo, iniciativas laborales, familias y maternidad antes de los 30.
- Apostar por el ocio y el tiempo libre en todos sus sentidos. Comenzando por facilitar un ocio alternativo y saludable, como también por facilitar el ocio educativo que realizan las entidades de educación no formal. Entender el ocio como generador de cultura, de socialización e, incluso, de democracia. Para ello también es necesario que los municipios dediquen espacios aptos para el ocio juvenil.
- Las políticas de juventud deben entenderse no sólo cómo las políticas activas, como actividades juveniles o intercambios estudiantiles sino también como políticas transversales que afectan al empleo, la educación, cultura, transición ecológica… Hay que apostar por profesionales de juventud para asegurar que la administración a todos los niveles territoriales pueda establecer departamentos de juventud con capacidad según sus competencias, pero también órganos interdepartamentales que coordinen las políticas de juventud de una manera integrada, asegurando la participación de la juventud en la elaboración de todas estas.
- Fomentar la participación democrática de las personas jóvenes, a través de espacios y procesos específicos. Una vía destacada es fortalecer el asociacionismo juvenil, tanto las asociaciones ya existentes como facilitar que cualquier persona joven pueda asociarse o crear nuevas asociaciones. El tejido asociativo es la herramienta que facilita la participación colectiva de la juventud, permite el arraigo, la socialización y la transformación en su entorno. Las asociaciones son escuelas de ciudadanía con capacidad de generar un impacto positivo tanto en su entorno directo como en ámbitos territoriales más amplios.
Finalmente, queremos señalar el peligro que supone construir un estereotipo sobre la juventud y que los medios de comunicación participen de esto, voluntariamente o no. En la crisis anterior ya vivimos políticas basadas en el tópico de que las personas jóvenes solo se dedican a beber en las calles y que, por tanto, las medidas debían ir encaminadas a evitar esto. En esta obsesión por limitar el ocio juvenil jamás se regularon medidas importantes para el empleo, la vivienda y la participación democrática, haciéndonos acabar esta década con elevadísimas tasas de desempleo, precariedad y pobreza.
Es tarea de toda la sociedad señalar el auténtico foco del problema. Pedimos que no se nos deje fuera, alejémonos de visiones paternalistas, la juventud no es, en principio, un colectivo de riesgo sanitario, pero es el colectivo con mayor riesgo social y económico. Actuemos sobre la realidad y no sobre el tópico, para que dentro de diez años no nos encontramos con más paro, más precariedad y más pobreza.
Los Consejos de la Juventud, con las funciones de representación que nos otorgan nuestras respectivas regulaciones, firmamos este manifiesto:
Conseyu de la Mocedá del Principáu d’Asturies
Consejo de la Juventud de Canarias
Consejo de la Juventud de Castilla y León
Consell Nacional de la Joventut de Catalunya
Consejo de la Juventud de la Ciudad Autónoma de Ceuta
Consejo de la Juventud de España
Consejo de la Juventud de Extremadura
Euskadiko Gazteriaren Kontseilua
Consejo de la Juventud de la Comunidad de Madrid
Consejo de la Juventud de la Región de Murcia
Consejo de la Juventud de Navarra – Nafarroako Gazteriaren Kontseilua
Consejo de la Juventud de La Rioja
Consell Valencià de la Joventut